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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Antonio López: lo sublime hecho realidad

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid

Si tuviera que describir la Exposición de Antonio López en el Museo Thyssen con una sola palabra la calificaría de sublime. Un genio de la pintura contemporánea al alcance de nuestros sentidos, los cuales se sienten desbordados ante tanta creatividad y talento.

Las pinturas, los dibujos y las esculturas que se exhiben son fiel reflejo de un alma enamorada de la vida, recreando el tema insistente en su creación como es la figura humana. La exposición se encuentra divida en dos etapas correspondientes al trabajo de las últimas décadas y una retrospectiva desde sus orígenes.

Destacar en esa primera parte, además de la figura humana, los temas de la ciudad de Madrid y el árbol, los cuales han sido constantes en estos últimos años, llevándolos a su máxima expresión hasta plasmar la esencia misma del objeto.

Destacar como una característica muy especial de la pintura de Antonio López el hecho de interrumpir el trabajo de sus obras y reanudarlo un tiempo después, ya que percibe la realidad como un proceso tranquilo y susceptible de cambios. Quizás a esta particularidad se deba ese acabado o no acabado extraordinario de sus obras que las hacen incomparables. En las propias palabras de López: "una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades".

El realismo insuperable que hace gala en sus obras tiene la capacidad de implicar al espectador y hacerlo sentir partícipe de sus emociones. Un realismo que es imposible vincular al realismo o hiperrealismo vigente en la actualidad tanto en Europa como en Estados Unidos.

Por lo que se refiere a las vistas de Madrid, es realmente impresionante Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas (1990 - 2006) que da la impresión de ser una maqueta, o Madrid desde Capitán Haya (1987 - 1996), una de mis favoritas.

Mención aparte son los cuadros cuyo tema es la Gran Vía madrileña. La obra Gran Vía (1974 - 1981), da comienzo a una serie de obras con los edificios de la Gran Vía como protagonistas con esa unificación de luz y color únicos que confieren a los trabajos un halo de "irrealidad" muy real. Me fascina Gran Vía, 1 de agosto, 13:45 horas (2010 - 2011).

También destacaría entre mis favoritos Nevera nueva (1991 - 1994) y Terraza de Lucio (1962 - 1990), verdaderamente admirables.

Por lo que respecta a la escultura, sin palabras ante Hombre y mujer (1968 - 1994). Aunque este grupo escultórico ya lo había visto en una exposición en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en 2001, la contemplación actual de la obra me produjo una sensación de sosiego y meditación. Ver como estas figuras talladas en madera de abedul conseguían atraer toda mi atención me recordaba a una sensación parecida que tuve al contemplar algunas esculturas egipcias en el Museo Egipcio de El Cairo.

Es interesante señalar la desproporción entre la figura masculina y la femenina, huyendo del canon de las proporciones humanas.

También me gustaría resaltar los espléndidos dibujos de su serie de los membrilleros, con esa maraña de líneas y planos superpuestos que denotan la maestría de una técnica de enorme complejidad.

La segunda parte de la exposición se centra en una mirada retrospectiva de su obra desde sus inicios en donde lo mágico y simbólico tiene un papel fundamental, hasta finales de los años 60 en donde la objetividad cobra su máximo protagonismo.

Gran parte de estas obras ya las había contemplado en su exposición antológica de 1993 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de la que destacaría los retratos familiares y Taza de váter y ventana (1968 - 1971).

Felicitar gratamente al Museo Thyssen por esta gran exposición que nos ha posibilitado la oportunidad de ver a uno de los grandes pintores de nuestros días.



Segador
Cera sobre papel
1979


1 comentario:

  1. Según lo cuentas debió de ser una apasionante exposición, de las que te hacen despertar todos tus sentidos. Lástima por no visitarla.

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