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miércoles, 14 de diciembre de 2011

El arte de los zares de Rusia llega a Madrid

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid

No tengo palabras para describir la magnífica exposición El Hermitage en el Prado, una exposición única y extraordinaria en todos los sentidos, siendo la primera vez que se pueden contemplar fuera de Rusia tan importantes y numerosas obras de este prestigioso museo de San Petersburgo, considerado uno de los mejores del mundo, tanto en cantidad como en calidad. Y gracias al Prado tenemos la oportunidad de pasear por unas salas cargadas de historia del arte, que abarca desde el siglo IV a. C. hasta el siglo XX, admirando pinturas, dibujos, esculturas, orfebrería, artes decorativas, trajes de corte...

Siempre he dicho que la cultura es la única que puede salvar a Europa. Y en esta ocasión podemos ver en el Prado todo una realización de cultura colosal que sólo el arte puede alcanzar, materializándose  en una satisfacción visual que arrebata nuestros sentidos.

La colección está perfectamente estructurada en varios espacios con un montaje excelente, comenzando la exposición con un espléndido despliegue retratístico en fondo amarillo de los zares Pedro I el Grande, su nieta política Catalina la Grande y el nieto de ésta Nicolás I, de cuyas colecciones provienen la mayoría de los fondos del Hermitage. Siguiendo con una magnífica colección de vistas de San Petersburgo del pintor Benjamín Patersson, donde se nos muestra la ciudad creada por Pedro I el Grande en todo su esplendor a punto de cumplir cien años desde su fundación en 1703.

Pasar a la oscuridad de la sala  del Oro de los Nómadas de Eurasia y el Oro de los Griegos es un perfecto deleite para los sentidos en donde se puede comprobar el magnetismo y el poder que este metal ha ejercido a lo largo de los siglos en las diversas civilizaciones. Son realmente admirables las piezas expuestas del oro de Siberia, pertenecientes a la Colección Siberiana de Pedro I, el oro de los antiguos nómadas escitas de Eurasia. La delicadeza y perfección de estos trabajos de orfebrería es asombrosa, entre los que destacaría una pieza única, el "Peine con escena de batalla", del cual hay varias hipótesis interesantes sobre la escena que representa; asimismo los torques y broches de estilo animalístico, como la phalera y los brazaletes no tienen comparación.

Por lo que respecta al oro de los griegos, muchas de cuyas piezas proceden de las excavaciones llevadas a cabo en el siglo XVIII en la zona septentrional del Mar Negro, tienen una gran importancia artística e histórica. Destacaría entre ellas, la lujosamente decorada "Diadema con nudo de Hércules", de oro, granates almandinos, cristal y esmalte. La reina Doña Sofía dedicó especial atención a esta pieza cuando inauguró la exposición. Igualmente sobresalen "Torque con jinetes escitas", y el "Colgante con cabeza de Atenea Partenos", medallón que muestra la cabeza de la diosa Atenea  Partenos, siendo la representación más antigua que se conoce de la escultura que Fidias realizó para el Partenón de Atenas.

En cuanto a pintura, no tengo adjetivos para explicar semejante muestra de obras maestras. Las paredes de la sala de pinturas, esculturas y dibujos de los siglos XVI y XVII, se tornan en color rojo para dar cabida a un intenso recorrido por la historia del mejor arte. Señalar las dos pinturas sobre San Sebastián, una de Tiziano Vecellio, en donde el santo va emergiendo de la oscuridad, ideada en principio para medio cuerpo, al que luego el pintor añadió un nuevo fragmento de lienzo para pintarla de cuerpo entero; y el "San Sebastián curado por las santas mujeres", de José de Ribera, en la que destaca el perfecto cuerpo desnudo del santo y la hermosa cabeza de Santa Irene. Y si hay un cuadro que llama poderosamente la atención, ese es el "Tañedor de laúd", de Caravaggio, una de las pinturas más famosas del Hermitage, donde la sensualidad del joven representado parece que nos está transmitiendo la música que interpreta, y el bodegón de flores y frutas en la parte izquierda nos da una sensación de proximidad.

Sobresalen los cuadros de Veronés "La lamentación sobre el cuerpo de Cristo muerto"; El Greco "San Pedro y San Pablo";  Velázquez "El Almuerzo"; Antonio Pereda "Bodegón"; Mengs "Perseo y Andrómeda".

Mención aparte merecen los representantes de la pintura flamenca y holandesa del siglo XVII, encabezados por Rubens con su maravilloso "Paisaje con un carro de piedras"; Rembrandt con "Caída de Hamán"; Frans Hals con "Retrato de Hombre"; Van Dick con "Henry Danvers, conde de Danby"; Paulus Potter "El perro guardián". Y una de mis obras favoritas es un dibujo a lápiz, tinta y aguada de Jan Brueghel el Viejo "Paisaje invernal con patinadores", francamente fascinante.

También me gustaría significar otra de mis pinturas favoritas, "La Kreuzkirche en Dresde" de Bernardo Belloto,  y "Los atributos de las Artes y la recompensa que se les conceden" de Chardin.

En escultura, la terracota de Bernini "El éxtasis de Santa Teresa" derrocha una elaboración exquisita. Y las esculturas "Cabeza del genio de la muerte" y "La Magdalena penitente" de Antonio Canova son la culminación de la belleza expresiva ideal.

También hay una buena muestra de arte representativo de los siglos XIX y XX, que se presenta en una sala en la parte superior del Prado. Estas obras se fueron adquiriendo a partir de la Revolución de 1917, y muchas proceden de colecciones privadas. Se pueden contemplar cuadros de Picasso, Gaugain, Matisse, Renoir, Cézanne, Derain, Ingres, Van Dongen, Morandi...Me gusto mucho la pintura de Caspar David Friedrich "Amanecer en las montañas", una composición magistral muy simbólica que nos sugiere la existencia de un mundo infinito y eterno a través de las cadenas montañosas que se suceden al fondo del paisaje. Y para terminar la exposición, uno de los cuadros más significativos de Kandinsky "Composición VI".

Una gran selección también de las artes decorativas de Oriente y Occidente. Como representante de las joyas europeas destacaría el "Ramo de acianos con espigas de avena en un jarrón" de la casa Fabergé. Muy interesante es un pinjante de cuarzo que perteneció al pirata Francis Drake, como también el "Pinjante con una carabela" de esmeraldas, español del siglo XVI. Y en cuanto a la orfebrería oriental la maravillosa "Horquilla grande con paisaje" de la dinastia Ming, o la exquisita "Caja en forma de cesta" que perteneció a Catalina la Grande.

Terminaré agradeciendo el importante intercambio entre el Museo del Prado y el Museo Estatal del Hermitage, que nos permite ver una deslumbrante exposición, única en todos los aspectos, y que seguro sera una de las más visitadas. Puntualizar que el Prado también llevo sus tesoros al Hermitage de febrero a mayo de este año, y decir que esa exposición El Prado en el Hermitage fue la más vista de la historia del museo ruso. Exposiciones ambas que se han convertido en un acontecimiento a nivel mundial.



El tiempo que pasa
Óleo sobre lienzo
1987





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