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sábado, 12 de mayo de 2012

¿Qué pasa con los elefantes?

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid

Desgraciadamente las noticias que hemos tenido en los últimos meses sobre estos maravillosos animales no son precisamente agradables. Son tiempos aciagos para los elefantes. Su caza indiscriminada, legal y furtiva, como deporte de élite, y sus valiosos colmillos convertidos en marfil, así como los continuos conflictos entre elefantes y humanos por el espacio, y la constante destrucción de su hábitat, con una deforestación brutal,  los están convirtiendo en el punto de mira de todos los medios informativos mundiales, especialmente los españoles. Y el triste motivo en nuestro país no es otro que la desafortunada partida de caza del Rey de España.

Yo, como monárquico y defensor de Don Juan Carlos, me siento profundamente decepcionado por la práctica de nuestro monarca de este tipo de ritual arcaico y medieval. Contemplar la foto del Rey con un elefante abatido a sus espaldas, postrado, con sus colmillos apoyados en un árbol fue demoledor. El posado del Rey después de haber destruido la vida y la belleza de semejante maravilla africana es lamentable. Nunca el Rey fue menos Rey.

Que el placer y la diversión que pueda experimentar cualquier persona en disparar dos tiros en la frente a un soberbio proboscídeo africano no me cabe en la lógica. Que un ejemplar que ha vivido 50 ó 70 años en libertad, luchando día a día para seguir adelante y sobrevivir en el difícil mundo de la naturaleza, acabe su vida con un disparo en el cerebro, por el capricho y diversión de personas que disfrutan viendo el sufrimiento, el dolor y la agonía es incalificable.

No me valen las teorías de que los cazadores profesionales son eso, profesionales. Por favor, seriedad, que no estamos en el Neolítico, ni en la oscura Edad Media, ni siquiera en los albores del Renacimiento. Estamos en pleno siglo XXI, y esas prácticas de caza mayor son reminiscencia de un pasado violento, analfabeto y caduco, más propio de países en donde la cultura escasea y los principios éticos brillan por su ausencia. Matar por placer es despreciable.

El escritor Alberto Vázquez-Figueroa, que fue un consumado cazador de elefantes, ávido de emociones fuertes, dice a raíz del accidente del Rey: "Quién mate un animal tiene que hacerlo rápida y eficazmente para que no sufra". Supongo que se refiere que es "más dulce" morir de un tiro en la cabeza que de una enfermedad natural. Y se queda tan ancho.

Se habla de una buena población de elefantes en determinadas zonas de África, como Botsuana. En cambio en otras están desapareciendo, es el caso de Costa de Marfil. Lo fundamental sería dirigir estrategias para superar este desequilibrio, pues al ser una especie de gran tamaño necesita lugares extensos para permitir su conservación. Pero lo que sÍ es cierto, es que en las zonas en que abundan estos animales, son áreas protegidas, sin las cuales estarían perdidos. Es sabido que la fragmentación y destrucción del hábitat natural de muchas especies en todo el planeta está llevando a la extinción de muchas de ellas. Según la UICN cada año se extinguen en el mundo entre 10.000 y 50.000 especies. Los elefantes africanos, a pesar de tener niveles aceptables de población en algunas áreas, pueden convertirse en un futuro no muy lejano en la próxima especie en peligro de extinción.

Los elefantes son los animales terrestres más grandes que existen. Poseedores de un cerebro de más de 5 kilos, su inteligencia y su fuerza los ha mantenido hasta nuestros días. Comparten con los humanos, su prodigiosa memoria y que sus crías necesitan de los cuidados  maternos durante mucho tiempo, condición esencial para vivir en comunidades complejas. Su sentido de la orientación es prodigioso. Entre sus muchas cualidades podría mencionar su especial interés por ayudar a sus congéneres heridos o enfermos, ayudándoles en todo momento a seguir adelante; son capaces de reconocer a cada miembro de su clan, como a los de otros clanes, además de reconocerse en un espejo; y algo realmente insólito en el mundo animal, es su gran interés por sus difuntos, cuyos restos siguen visitando y tocando durante años.

En definitiva, un animal magnífico y majestuoso, sabio y simpático, al que nos une muchas más cosas de las que pensamos, y que no se merece que acabe sus días como un trofeo de la rapaz ambición humana por conseguir todo lo que tiene a su alcance. Ni una figura tallada en marfil, ni una fotografía encima de la chimenea de tu casa, pueden superar la belleza inigualable de ver una manada de elefantes moviéndose por la sabana africana.

"Maisha na tembo" 



Elefante
Tinta china sobre papel. 1969

2 comentarios:

  1. Me resulta demoledor el ver una fotografía de un animal abatido, sobre todo el de un animal tan majestuoso como el elefante. No, no entiendo el placer de la caza y no encuentro justificación de la misma en los tiempos en que vivimos.

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  2. No solamente los elefantes. En nuestro país el reguero de muerte que dejan los cazadores es increíble. Y lo peor, después de la temporada de caza abandonan o matan a sus más fieles compañeros: los perros. Es indignante que todos los años tengamos que contemplar cientos de fotos con galgos ahorcados, apaleados, atados a un árbol en el campo hasta que mueren de hambre,... y encima se hacen llamar cazadores profesionales. Muy buen artículo.
    Antonio

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