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domingo, 20 de octubre de 2013

La magia de los árboles. Mi futura exposición

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Almazán

Es difícil describir la atracción apacible que los árboles han ejercido sobre mí en toda mi existencia. Bien patente queda demostrada su influencia en una gran parte de mi pintura desde mis más remotos comienzos. Pintar árboles es una pasión.  Más que eso, es una necesidad. Esos bosques otoñales cargados de mil colores rojizos y amarillentos, o aquellos otros colmados de un verde exuberante, con sus ramas dirigidas en mil direcciones, esos árboles solitarios elevándose hacia el cielo como en una plegaria, esos troncos huecos centenarios perdidos en la inmensidad, o aquellos otros retorcidos intentando dirigirse a alguna parte, hasta llegar a esos árboles desnudos cuyas siluetas se recortan en el horizonte distante del atardecer... todos han formado parte de mi paleta.


Pintar árboles es un honor. Recorrer con mis pinceles desde sus raíces sobresalientes hundiéndose en la madre tierra, subir por sus tallos leñosos cuajados de ramas que constituyen un auténtico alarde de ingeniería, y llegar a las copas más elevadas, es un verdadero deleite para los sentidos. No puedo prescindir de su presencia benefactora. Por eso los pinto, es imposible dejar de oír su llamada. La pintura es esencialmente un elogio de lo que se pinta.

No voy a hablar de su simbolismo ni de la importancia que para todas las culturas han tenido los árboles. Simplemente decir que sin ellos la Tierra sería algo muy triste y desolador. Su presencia protectora nos acompaña siempre.

Es por ello que mi próxima exposición estará dedicada a estos gigantes, emanadores de energía. En mi estudio empiezan a surgir bocetos y más bocetos, dibujo tras dibujo, perfilando sus elegantes estructuras, haciendo composiciones o simplemente evocando los momentos exactos en que esos árboles llegaron a mi vida. Cuando viajo, sus sugerentes figuras siempre forman parte del objetivo de mi cámara, y nunca faltan mi cuaderno y lapicero para delinear sus contornos más singulares, escogiendo esos modelos que llaman más mi atención.

Será una exposición impregnada de los colores envolventes de la naturaleza.  Los bosques conformaran una gran parte de ella, como asimismo los troncos envejecidos por el paso del tiempo, y por supuesto también los árboles solitarios en donde mi pigmento ocre ebelgarle dará forma a estos seres mágicos. Desde su tímida desnudez, hasta su manto más aristocrático. Sin olvidar la tierra donde se asientan, de una envoltura verde intensa, a la hojarasca pajiza o a la maleza cenicienta. Las diferentes estaciones marcan su ritmo.

Las primeras pinceladas están ya dando forma a esas telas que pacientemente esperan su turno de ser liberadas de su blanquecina tez.  Las ideas abriéndose camino de una forma fluida e inspiradora. Los primeros esbozos tomando cuerpo. El proyecto está en marcha. La obra continua.




El bosque encantado
Óleo sobre lienzo
1992


Paisaje en calma
Óleo sobre lienzo
2005

lunes, 7 de octubre de 2013

Un extenso trayecto recorrido

Eduardo Beltrán y García de Leániz  / Madrid

Los últimos diez años han pasado muy rápido, algo así como la sensación de un tren que pasa a toda velocidad por una estación sin detenerse. Algunos logros, muchas derrotas. Un viaje cargado de decepciones, escondidas entre las brumas constantes de la vida, la cual transcurre buscando las razones de ser, con la impotencia final que produce el delirio de no descubrirlas. A veces, pienso que la vida fluye como un tranquilo manantial, escaso de agua, pero reconfortante, otras, en cambio, la convierten en un mar enfurecido, colmado de agua, pero que lo inunda todo. Una vida, a veces trivial, y a veces única, pero que nunca te deja indiferente, y que te recuerda a cada momento que la fugacidad del tiempo es un hecho irrefutable. Constantemente volvemos los ojos, creo que de una forma inconsciente, e independientemente de la edad, a la fuerza y la juventud de un pasado no muy lejano. Sin embargo,  la conciencia de los límites que nos encierran nos devuelve a lo real rápidamente.

Toda profundización en la realidad requiere un estado de gran tensión psíquica, y también espiritual, algo a lo que nos estamos desacostumbrando, inmersos como estamos en un océano de dudas y crispación constante. Extraviados y en constante pugna por llegar a alguna parte.

Hay determinados periodos de tiempo en nuestra vida que siempre te dejan una huella más honda que otros, aparte de la inmensidad de lo vivido. Aunque hacer una mirada a nuestro pasado puede significar un indicio de decadencia, los primeros síntomas de un envejecimiento prematuro, el cansancio y el hastío de lo insustancial, no creo que esto pueda perjudicar en absoluto mi forma de entender las cosas. Con mi aptitud ausente y pensativa a la vez, he caminado estos años envuelto en un constante conflicto por llegar a alguna parte, y aunque en un principio parece que no lo he conseguido, nada más lejos de la realidad. Hace tiempo leí que el catador de belleza termina por encontrarla en todas partes. Simplemente compartir momentos de tu vida con determinadas personas, muy pocas personas,  te enriquecen de una forma definitiva y esencial. Experiencia y reflexión son dos buenos motivos que te dan sabiduría.

A veces te das cuenta sin querer, que lo que realmente merece la pena está más cerca de lo que pensamos. Y aunque vivimos en una sociedad que se comporta de una forma indiferente a las penas  y las esperanzas de los demás, en donde la intransigencia y la hipocresía ocupan lugares de honor, no por eso debemos dejarnos llevar por la desesperación. Buscar la sensatez en tiempos revueltos es ya una forma genial de hacer algo, alejándose lo más posible de las innumerables formas de ignorancia y egoísmo que nos rodean, así como de la mediocridad, que acampa a sus anchas a nuestro alrededor. Y, si al final, el caos lo inunda todo, lo mejor es empezar de nuevo. Nuestra sociedad necesita grandes dosis de creatividad e imaginación.

Es importante observar antes que juzgar, aunque muchas veces no se lleva a la práctica. Siempre se suele eligir el camino más fácil. A veces de tanto pensar, parece que la memoria me abandona. Envidio a los gatos, ellos siempre saben lo que hay que hacer.

Satisfacción de un camino bien hecho, unas vivencias ganadas y compartidas con el dolor que siempre acompaña  todo nuestro deambular, pero que te hacen crecer y ver que tu misión, tu reto, tu meta, tu ideal, como quieras llamarlo, va inexorablemente unido a nuestro entorno más inmediato, y por ende, a todos los demás.




Camino entre trigos de Castilla
Óleo sobre lienzo
1986