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sábado, 29 de marzo de 2014

Una Virgen enigmática

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid 



Contemplar la obra maestra "La Virgen con el Niño y ángeles", y pensar que podría ser de algún gran pintor del siglo XX, no es en principio una idea tan descabellada. La obra desborda modernidad por todos los lados. Podría tratarse de un personaje sacado de una película futurista. Pero no, su autor es Jean Fouquet, uno de los grandes pintores franceses del siglo XV, y el cuadro fue pintado hacia 1450, y formaba parte del "Díptico de Melun". Es una pieza única del arte europeo.

Entrar en la sala 57A del Museo del Prado y contemplar esta magnífica pintura no te deja indiferente. En un principio te llama poderosamente la atención la forma exageradamente ovoidal de la cara de la Virgen, y su piel blanca, blanquísima, inmaculada, sin la más mínima imperfección, sin apenas atisbo de cabello y apenas sin cejas. Es realmente fascinante contemplar tanta belleza. Vistiendo elegantemente, luciendo una cintura estrechísima, junto a un trono, coronada y con manto de armiño, el autor quiso presentarla como reina de los cielos. Toda la obra parece envuelta en una atmósfera irreal que inevitablemente te atrapa, a lo que influye especialmente el colorido y una luz magistral.

Diseñada como una composición geométrica piramidal, la imagen de la Virgen encarna el ideal de belleza de esa época, pero sin duda el pintor fue más allá de los cánones establecidos, atreviéndose con esta obra insólita en pleno siglo XV, pudiendo calificarse de totalmente innovadora.

Ya en un segundo momento te dejas sorprender por la iconografía representada al fondo por ángeles monocromos rojos y azules. Al principio, contemplar esos ángeles rojos con esas alas recortadas y uno de ellos mirando al frente, te da la sensación de que tienen un aire demoníaco. Es increíble lo moderna que parece esta composición cuanto más la miras.

Por otra parte, el carácter religioso de esta enigmática pintura es evidente, aunque otras lecturas son también factibles, poniendo de manifiesto las posibles intenciones ocultas de su autor al pintarla. Es importante reseñar que Jean Fouquet tomó como modelo para representar a la virgen a Agnès Sorel, una gran belleza de la época, amante del rey Carlos VII de Francia, con la que tuvo tres hijas, y que murió envenenada con mercurio a la edad de 28 años.

Una gran oportunidad para admirar esta obra en Madrid, en el Museo del Prado, prestada por el Real Museo de Bellas Artes de Amberes.



"La Virgen con el Niño y ángeles"
Jean Fouquet




miércoles, 19 de marzo de 2014

Buscando la perfección: la pintura de género holandesa

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Madrid



Conectando con mi anterior artículo  Interpretando el Arte: Altamira, y saltándome obviamente unos cuantos miles de años, he querido dar protagonismo a la que a mi me parece una de las rupturas más significativas en la forma de entender el arte. Me estoy refiriendo a la aparición en escena de la pintura que va a hacer de la representación de la vida cotidiana su seña de identidad, la pintura holandesa de género de  mediados del siglo XVII. 

Su llegada supuso un cambio muy importante en el mundo pictórico. Hasta entonces, las escenas sagradas o religiosas, ocupaban todo el universo de la pintura, junto a la temática mitológica y el retrato. Estos pintores holandeses descubrieron que podían llevar la belleza a todos los ámbitos de la vida.

No es extraño que este tipo de pintura surgiera en un país como Holanda, un territorio que facilitaba el intercambio de ideas, enriquecido por el comercio, y con valores morales calvinistas, tolerante, donde surgiría una próspera clase burguesa de comerciantes ávidos de decorar sus casas con los cuadros de pequeño formato de los innumerables pintores que abundaban en sus ciudades, un privilegio comprar pinturas hasta entonces sólo reservado a los reyes, a la iglesia y a la nobleza. 

Son principalmente pintores de interiores, en los que aparecen escenas domésticas de sus moradores, realizando tareas habituales en una casa, como coser, preparar la comida, pelar frutas o verduras, leer o escribir una carta, labores de limpieza, asearse, tocar un instrumento musical,... Los personajes representados se identifican plenamente con la vida normal de cualquier ciudadano corriente. Y la mujer adquiere un gran protagonismo, siendo identificada a menudo con la encarnación de la virtud.

También las relaciones amorosas conforman una parte importante en esta pintura.  Las innumerables escenas que muestran a hombres y mujeres en diversas circunstancias revelan  la complicidad de sus personajes. La minuciosidad y el detalle de las personas y objetos representados se lleva a la máxima expresión. 

Los pintores de género pintaban lo que veían a su alrededor, la vida real y común de la gente de sus ciudades, tal y como eran verdaderamente, era su ideal de pintura. Las personas comparten protagonismo con el espacio representado, en donde la perfección geométrica es admirable. Transformaron la forma de pintar. La simple escena de una mujer vertiendo leche en un recipiente se convierte en una obra impresionante llena de magnetismo y serenidad.

Es importante remarcar, pues constituye una de las características principales de esta pintura, que una gran parte de estas obras esconden mensajes moralistas, no eran solo una mera representación de objetos de la vida cotidiana. El simbolismo y la alegoría de tantos elementos presentes en los cuadros nos permiten captar a veces el sentido que los pintores quisieron transmitir a sus cuadros, pues no sólo la estética era lo más importante para ellos. Aunque la presencia de mensajes alegóricos es constante, no es menos cierto que su interpretación puede ofrecer diferentes lecturas.

Mencionar que uno de los más grandes representantes de este género,  Johannes Vermeer, le interesaba por encima de todo el mundo de la pintura,  imprimiendo a sus obras el valor pictórico en si, consiguiendo una perfección realista incomparable. La precisión y la intensidad de su pintura, junto a la maravillosa distribución de luces y sombras  hacen se este maestro uno de los precursores de la pintura moderna.

Entre esa magnifica pléyade de artistas, aparte de Vermeer, citaría a Gerard Ter Borch, Pieter de Hooch, Gerard DouGabriel Metsu y Jan Steen, maestros todos en la búsqueda de la perfección, y artífices de que los ámbitos cotidianos de la vida se convirtieran en obras maestras.






Johannes Vermeer



Pieter de Hooch



Johannes Vermeer



Gerard Ter Borch



Gabriel Metsu