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miércoles, 13 de agosto de 2014

Solitary tree on a road

Eduardo Beltrán y García de Leániz / Almazán


Han sido unos meses muy duros.  Julio y agosto se han convertido en una auténtica pesadilla, en donde he experimentado la pérdida de mi padre, y el cuidado de mi madre con Alzheimer, lo que ya venía haciendo desde hace años. Pero lo más amargo ha sido sin duda la experiencia de sufrir la decepción más profunda y una inmensa pena al descubrir tanto egoísmo.

Los escasos momentos que he tenido de descanso, los he aprovechado para adentrarme en los pinares que rodean Almazán, sobre todo tomando el camino de el Cubo de Solana, en cuya carretera me reencontré con mi árbol solitario. Ese viejo olmo al borde del camino me saludaba una vez más con sus ramas extendidas como para cobijarme,  y darme algo de paz en mi mundo que se desmorona.

También acudían, como antaño, las bandadas de abejarucos posándose en los cables del camino para darme la bienvenida. Silencio y paz. Los olores del campo impregnaban el ambiente. Sensaciones de siempre nunca olvidadas. Emociones contenidas durante tanto tiempo. Era como volver a casa.

He interrumpido mi trabajo pictórico por motivos obvios, dejando sin terminar tres cuadros importantes, que esperan en Madrid a ser finalizados. Por eso, he creído necesario hacer este preámbulo para adentrarme en mi obra "Solitary tree on a road", que al menos estará presente en mi exposición de Nueva York.

Desde mi juventud he paseado por esta carretera infinidad de veces. Y mi mirada siempre se fijaba en ese árbol rodeado de campos de trigo, con una selva de quejigos frondosos en la distancia. Su tronco envejecido y agrietado cubierto de líquenes amarillos se abría camino hacia ese maravilloso cielo azul de Castilla.

No lo dudé un momento, y conseguí plasmarlo en uno de mis lienzos el año pasado. Siempre me ha gustado su porte, dibujado sobre campos castellanos recién cosechados. Y el verdor de sus hojas reflejaba la frescura de una tierra inclemente, austera, pero auténtica y valerosa.

Intenté reflejar el lugar, dando pinceladas aquí y allá con los colores que lo rodeaban. No se si lo logré, pero al menos queda patente su huella marcada en estas tierras tan queridas para mí. Y algo curioso, el otro día al pasar con la bicicleta cerca de él, oí un sonido estridente de pájaros en sus ramas, nada familiar para mí, ni para este lugar. Era una bandada de cotorras, algo inusual en la zona. Lo comenté, y me dijeron que serían cotorras escapadas de alguna  casa, y que se habrían adaptado a este lugar creando una colonia. ¡ No se como pueden soportar los crudos inviernos sorianos!

Me gusta pensar que este cuadro es un canto de esperanza a estas tierras, y una fiel evidencia de mis gustos por la naturaleza. Sus colores intensos pintados con pinceles del 2 y 3 ceros me animan a seguir adelante, dando al mismo tiempo carácter a mi obra pictórica.

En fin, los árboles siempre ocupan un lugar de honor en mis pinturas. Y este en concreto me devuelve a unos años felices, nada comparable a lo que me ha tocado vivir ahora.




Solitary tree on a road
Óleo sobre lienzo
2013