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miércoles, 26 de octubre de 2016

La impresión en Renoir

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid

Si hay algo que llama poderosamente la atención cuando contemplas la pintura de Renoir es, por una parte, ese dejarse llevar por el motivo que pinta y sobre todo por el ambiente en que se haya, y en segundo lugar, que las mujeres han sido, sin duda, las protagonistas indiscutibles de toda su trayectoria pictórica.

Esto es algo que puedes comprobar visitando la magnífica exposición que ha organizado el Museo Thyssen en Madrid sobre la figura de Renoir, centrada en el tema de la intimidad, despertando, como dicen ellos, la imaginación táctil del espectador.

La obra de Renoir se desarrolla a lo largo de más de cincuenta años, y esta exposición hace un recorrido cronológico sobre ella basándose en diversos temas, desde el impresionismo inicial hasta las bañistas de sus últimos años.

Me gustaría dar especial relieve a su periodo impresionista (de 1869 hasta los primeros años ochenta), la del pintor del plein-air, cuando salía a pintar al aire libre para captar la atmósfera que imperaba en un determinado lugar, percibir el momento, captar la impresión visual.  El almuerzo de los remeros, Pareja paseando o Después del almuerzo, presentes en esta exposición, son iconos de este tipo de pintura.

A partir de los años noventa se puede apreciar un cambio en su pintura, fue entonces también cuando Renoir empezó a sufrir fuertes ataques de reumatismo que le atormentaron continuamente hasta su muerte en 1919, produciéndole deformaciones en las manos, inmovilizaciones continuas de los brazos, paralizacion de las piernas. En 1911 se ve obligado a usar una silla de ruedas y hasta había que colocarle el pincel entre sus encogidos dedos vendados.

 Pero a Renoir lo único que le importaba era seguir pintando... hasta el final.



Buscando en el viejo desván de la casa de mis padres en Almazán, encontré esta obra que pinté a la cera sobre cartulina cuando apenas era un adolescente. Es una copia de un cuadro de Renoir titulado Dos mujeres en la calle (1876). 
Eran momentos de descubrimientos en mi pintura.




lunes, 3 de octubre de 2016

Caravaggio inmortal

Eduardo Beltrán García de Leaniz / Madrid

Acaba de cerrar sus puertas una magnífica exposición en Madrid, la que ha llevado a cabo el Museo Thyssen sobre la figura de Caravaggio y su influencia en los pintores del Norte de Europa. Estaban presentes doce obras maestras de este genio de la pintura, símbolo clave del barroco italiano.

El carácter innovador de su pintura influyó decisivamente en el arte del siglo XVII, a pesar de que Caravaggio nunca tuvo taller como otros grandes pintores, ni reunió a un grupo de discípulos que le siguieran. Su influencia se debe a lo revolucionariamente moderno de su creación, al impacto que su trabajo causó.

Atento a la realidad del momento, Caravaggio no dudó en pintar a chicos de la calle, prostitutas y mendigos como figuras bíblicas en sus cuadros. Fue un provocador.

El dramático clarooscuro y el fuerte naturalismo de sus representaciones, junto a las cuidadas y teatrales estructuras compositivas hacen de este pintor un auténtico mito icónico de la historia de la pintura. Mi mirada se detiene asombrada ante esos vigorosos moldeados de clarooscuros que parecen salir del cuadro, estableciendo una conexión total entre el espectador y la obra.

Su inestable y polémica vida a dado lugar a numerosas teorías y creencias acerca de significados ocultos y simbólicos en sus pinturas. Existen varias interpretaciones, a veces contrapuestas, sobre la figura de Caravaggio y sobre la intención real del pintor al ejecutar sus trabajos.

A mi entender, lo mejor es contemplar sus obras.  Hablan por sí solas. En ellas puedes encontrar el verdadero espíritu de Caravaggio.




En  la Gemäldegalerie de Berlin este verano, delante de uno de mis cuadros favoritos de Caravaggio: "Amor Victorioso".